Fantástica Reese Witherspoon en un relato que busca con éxito la conexión íntima de los espectadores con el viaje entre el presente y el pasado que se muestra en la pantalla.
Que a los americanos les gusta una historia de renacimiento y superación, de lucha contra las adversidades y los imposibles, es algo bien sabido. Que a los actrices que llegan al star system les entra el nervio por demostrar que además de ser una cara bonita son auténticos profesionales de la interpretación haciendo suyos personajes endemoniados y al margen de la sociedad, también parece ser una ley no escrita. Y si juntas lo uno y lo otro, carne de Oscar. Valgan como ejemplo Julia Roberts (Erin Brokovich, 2000) o Hillary Swank (Million dollar baby, 2004) para la primera regla, o Halle Berry (Monster’s ball, 2001) y Charlize Theron (Monster, 2003), entre otras muchas, en el caso de la segunda.
“Alma salvaje” es todo ello, el relato de un potencial ave fénix con un pasado que purgar y una actriz guapa y reconocida por el gran público, Reese Witherspoon, ya ganadora de la estatuilla en el 2005 por “En la cuerda floja”. Dicho esto, el reto al que se ha sometido la que fuera una rubia muy legal es superado con creces y, quizás por ello, el resultado es que ha sido nuevamente nominada a los Oscar como protagonista femenina por este papel.
Whitherspoon es una intérprete sólida, se funde con la cámara de principio a fin, en un primer plano o una vista general, durante los diálogos o llenando con absoluta calma minutos de silencio, haciendo espontáneo un instante cotidiano o único ese que genera un recuerdo para siempre. Reese hace que la Cheryl a la que da vida sea ojos que ven, miran y transmiten, piel que se estremece, se relaja y se tensa a lo largo de su decidido empeño por caminar los más de 1.000 kilómetros que separan México de Canadá por el interior de la costa pacífica de EE.UU.
Un recorrido en el que a medida que se avanza se nos da retazos de lo que ha llevado a Cheryl a esta búsqueda de sí misma. Con un fluido ritmo narrativo, subrayado por un acertado montaje, Jean-Marc Vallée construye una historia en la que se avanza en el presente viajando al pasado en los momentos adecuados. Allí busca el ámbito de las relaciones, el de la familia –espléndida Laura Dern, también nominada a los Oscar como secundaria, ejerciendo como madre- y el de la pareja, ahondando en ambos ámbitos para mostrar las heridas abiertas que esperan ser sanadas.
Episodios de flash-back que no son pasajes de violencia, gritos y lágrimas con los que sacudir violentamente al espectador hasta dejarle pegado en la butaca. No, en este título se opta por algo más arriesgado e inteligente. Se busca la conexión íntima y relajada, la que perdura y permite identificarse al que está al otro lado con las luces y sombras, los aciertos y los errores, de quien vive en la pantalla. Eso es lo que logra “Alma salvaje”.