El actual director del Museo Reina Sofía –antes del MACBA y de la Fundación Tàpies- repasa su carrera y la evolución que ha experimentado desde 1990 hasta 2015 tanto el papel y la gestión de la cultura, como nuestra sociedad y el rol de las instituciones museísticas en estos ámbitos. Un texto al que le sacarán más partido los usuarios/visitantes habituales de los museos mencionados, pero que resulta fácilmente comprensible por todos los interesados en la materia gracias al formato de entrevista.
Nuestra sociedad evoluciona y se transforma constantemente, cambio que influye sobre nuestra cultura, pero que también es provocado por esta. Pero, ¿cómo se produce, cómo se inicia esta relación causa-efecto? Según Borja-Villel desde la aparición del neoliberalismo en 1973 esta situación es principalmente resultado de los cánones determinados por agentes muy concretos (gubernativos, empresariales, económicos,…) con unos intereses muy determinados. Una situación ante la que manifiesta estar en claro desacuerdo y que ha pretendido cambiar desde la gestión de las tres instituciones que ha liderado hasta ahora.
En su opinión, y tal y como demuestran movimientos recientes como el 11M, la cultura debiera ser un proceso democrático, resultado de la intervención directa de cuantas personas integran nuestra comunidad. Una labor en la que los museos artísticos juegan un papel fundamental como sedes y altavoces de los discursos oficiales –elaborados desde posiciones de poder intelectual, económico,…- acerca de quiénes somos y cómo hemos evolucionado hasta llegar a este punto. Situación que se debiera complementar con otros enfoques que den una perspectiva holística tanto de la naturaleza de las piezas como de la idiosincrasia en la que fueron creadas.
Así fue como lo hizo él cuando llegó a su actual puesto en 2008 y cambió el contexto de evolución pictórica de Picasso en que era presentado el Guernica para pasar a considerarlo como el elemento central del alegato político, social y pacifista, a través de la creatividad artística, del Pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de 1937.
Pero las obras y las exposiciones –tanto las permanentes como las temporales- no lo son todo, la interactuación, el debate, el diálogo y la investigación continua y conjunta con los diferentes públicos –el visitante, el académico y el institucional, pero también el vecinal, el ciudadano de a pie- deben ser un elemento esencial que vertebre la identidad y la actividad de todo museo. Una convicción que Borja-Villel materializó durante su etapa en el MACBA entre los años 2000 y 2008, transformando el área educativa del museo en un departamento de programas públicos al que dio tanta importancia en su estrategia, estructura organizativa y plan de acción como a la propia colección y a su programa expositivo.
De esta manera daba entrada en el desarrollo de su propuesta de contenidos a un colectivo que no había sido considerado durante la definición del proyecto del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, inaugurado en 1995. Un amplio y diverso conjunto que demostró tener un discurso propio, además de formar parte de una corriente mundial como la de la antiglobalización, y una fuerza política con la que logró hitos como conseguir la cancelación de la cumbre del Banco Mundial en la ciudad condal en 2001.
Daba así un paso más a algo que ya había puesto en marcha a escala más reducida en la Fundació Tapies, donde llegó en 1990. De él se esperaba que se dedicara a ensalzar la figura de Antoni Tapies –a quien le había dedicado su tesis doctoral como historiador del arte- y los postulados sobre el carácter nacional del arte catalán, pero no lo cumplió. Con el beneplácito del maestro del informalismo abrió la institución a artistas internacionales que siguieron su senda de exploración del lenguaje artístico, pero también a aquellos que compartían su espíritu de crítica y su valerse de lo material y lo matérico para reivindicar la condición humana. Así fue como cuando Barcelona era el referente mundial de la revitalización urbana con las Olimpiadas de 1992, él organizó una exposición en la que los protagonistas eran los vecinos y la situación de los barrios a los que el magno acontecimiento perjudicaba dejándolos al margen de sus supuestos beneficios.
Etapas de una carrera profesional que desglosa a lo largo de estas páginas haciendo mención a muchos más proyectos, episodios, matices y puntos de vista y de inflexión, a todo tipo de artistas, pensadores e intelectuales con los que ha trabajado o a los que ha tenido en cuenta, así como a ciclos políticos de distintas administraciones y signos políticos con los que ha tratado. Unas conversaciones de gran interés para los interesados en la gestión cultural, para los aficionados al arte y para cualquier convencido del papel de la cultura y la educación como pilares del desarrollo tanto individual como colectivo.