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"Un pueblo traicionado" de Paul Preston

Casi siglo y medio de historia de España siguiendo el hilo conductor de la corrupción, la incompetencia política y la división social causada por estas. Desde la Restauración borbónica de Alfonso XII hasta la llegada a la Presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez pasando por monarcas y dictadores, guerras civiles y coloniales. Un relato de los excesos, tejemanejes y aprovechamientos de gobernantes de uno y otro signo ideológico a costa de la estabilidad, el progreso y el desarrollo tanto de su nación como de sus compatriotas.

Si echamos la vista atrás parece que no ha habido una etapa tranquila en la historia de nuestro país. Hemos tenido períodos con un balance positivo y hasta muy notable incluso, pero siempre con episodios, tramas y personajes de lo más oscuro en la balanza. Y no solo de acólitos al poder o aprovechados de las circunstancias, sino desde los mismos puestos de representación estatal y gubernamental.

Reyes, presidentes, ministros, diputados y empresarios que se han valido de las coyunturas de cada instante (monarquía borbónica, república y dictaduras) para lograr un usufructo personal de su relación con las distintas fuerzas sociales (políticas, militares, empresariales, financieras, eclesiásticas…) de cada momento. Primando siempre sus objetivos, obsesiones y propósitos sobre los intereses y las necesidades de aquellos a los que se supone gobernaban, representaban o servían, o debían, al menos, respetar.

Hay mucho de tópico en este tema, pero también una realidad que no se puede negar, y es que el último siglo y medio español ha sido de lo más convulso. Un tiempo que comenzó con el fin de la tercera y última guerra carlista y al que le siguieron décadas de conflicto entre las fuerzas del orden y los incipientes, y posteriormente consolidados, movimientos obreros de distinto signo (socialistas, comunistas, anarquistas), tanto en las ciudades que se industrializaban (Madrid, Barcelona, Bilbao, Oviedo…) como en aquellas bastas áreas interiores que seguían dedicadas a la explotación de la tierra (Extremadura, Castilla, Andalucía…). Al tiempo, perdíamos las colonias de Cuba y Filipinas en 1898, y más tarde llegarían los desastres de Marruecos en los que perdieron la vida miles de soldados.

Mientras tanto, la titularidad del Gobierno se basaba en la continua alternancia de liberales y conservadores, cada uno con su correspondiente camarilla de puestos de confianza y financiadores -industriales y terratenientes- a los que se les devolvía el favor con normas e impuestos que favorecían sus negocios, u obviando su no cumplimiento de lo establecido por la legalidad vigente. Eso sin dejar de lado la continua simbiosis entre el estamento político y el militar, tanto en la formación de equipos de gobierno y designación de representantes como en la toma de decisiones, desembocando en períodos como la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) o la deriva total en este sentido que supusieron la Guerra Civil y el franquismo posterior, décadas en las que la corrupción no fue la trastienda del sistema sino su primera y máxima regla.

Egoísmos, intervencionismo e incompetencias que acabaron con esperanzas como la de la II República, enturbiaron los sacrificios y logros de la llamada Transición y han lastrado, hasta ahora, la reputación, las posibilidades y las potencialidades de nuestra actual democracia parlamentaria. Así es como finaliza (por ahora, veremos lo que nos depara el futuro) este ensayo que comienza como un muy buen ejercicio de síntesis, deriva posteriormente en un alarde de conocimiento y ordenación de datos, y concluye como un completo compendio de titulares, sumarios judiciales y sentencias conocidas a través de los medios de comunicación en los últimos decenios.

Un pueblo traicionado. España de 1874 a nuestros días: corrupción, incompetencia política y división social, Paul Preston, 2019, Editorial Debate.

“Un hijo” y “Un secreto”, el universo infantil de Alejandro Palomas

Dos novelas que se presentan bajo la categoría de juveniles pero que merecen ser leídas también por el público adulto por la mirada sincera, abierta y respetuosa con que su autor se acerca a la personalidad, las vicisitudes y la relaciones que establecen sus protagonistas. Dos historias que combinan el drama, la comedia, la intriga y la tensión atrapando a su lector y dejándole con ganas de que Guille se convierta en un personaje con una larga vida literaria.

Hace años me quedó grabado lo que comentaba la terapeuta Virginia Satir en En contacto íntimo sobre cómo crear las mejores condiciones para favorecer el entendimiento entre padres e hijos en las primeras etapas del crecimiento. La pauta era bien sencilla, los mayores lo somos no solo en edad, sino también físicamente y eso influye tanto sobre el punto de vista desde el que observamos la realidad como sobre la comunicación que establecemos con los más pequeños. Para conseguir una relación entre iguales que favorezca la comprensión y la empatía, Satir aconseja que los adultos no solo modulemos el lenguaje (hacerlo sencillo, que no simple) sino que dialoguemos haciendo que nuestros ojos estén a la misma altura de los suyos, sentándonos o agachándonos para conseguirlo.

Eso es lo que Alejandro Palomas parece haber hecho en estas dos obras para crear el universo de Guille (un niño de nueve años que vive solo con su padre y sueña con ser Mary Poppins) en Un hijo y de él y Nazia (una compañera de clase de origen pakistaní separada temporalmente de su familia biológica por las autoridades) en Un secreto. Alejandro no observa a sus protagonistas desde una posición superior (como autor o como adulto), sino que se coloca a su altura y -lo que es aún más importante- contempla el mundo que les rodea con el doble filtro de su mirada. Un enfoque que combina su corta experiencia de la vida -sin referentes que les permitan relativizar o codificar- y una imaginación que siempre encuentra argumentos para dar respuesta a lo desconocido. Una visión que se plasma en una retórica con un vocabulario reducido, pero suficientemente locuaz, y una sintaxis con modismos sin intención estética alguna, pero eficazmente expresivos.

Y ya está, que diría Guille. Así de fácil es quedar atrapado por la lectura de cuanto sucede en torno a él y así de lograda es la excelente labor literaria del autor de Un perro o El tiempo que nos une. Además de lo ya señalado, hay que destacar igualmente la manera en que se sirve de sus protagonistas principales como narradores para estructurar estas dos novelas. Esto no convierte a Un hijo y a Un secreto en historias corales al uso, sino en recorridos narrativos que se van trazando con la aportación de aquellos (el padre, la profesora y la orientadora escolar) que tienen una influencia directa sobre la vida de Guille (quien también ejerce como escritor) y Nazia.

Dos niños iceberg (que tras su apariencia esconden una realidad nada fácil de gestionar) a través de los cuales Palomas manifiesta una sensibilidad total con ese período de todos nosotros que es la infancia, y con ese colectivo, los niños, a los que nuestra sociedad no considera o integra con la dignidad, el respecto y la consideración que merecen en las dinámicas (más productivas que humanistas, quizás por ello) de su funcionamiento.

Por último, señalar que aunque se pueden leer de manera independiente, es cierto que Un secreto resulta más rico si previamente se ha disfrutado de Un hijo. Ahora solo queda esperar que llegue el día -si no lo ha hecho ya- en que Alejandro Palomas dé con las claves para escribir una nueva entrega con la que conocer cómo progresan la vida y el fascinante mundo interior de Guille, su familia y sus amigos.

Un hijo y Un secreto, Alejandro Palomas, 2015 y 2019, La Galera Ediciones y Editorial Destino.