La combinación de vida y proceso creativo de un escritor es, a priori, un tema literario de lo más sugerente. Trazar la línea roja que separa su ficción de su realidad puede dar mucho juego desde un punto de vista creativo. Más aún si hay personajes que saltan de una a otra dimensión y nos llevan a lo metaliterario. Premisas muy excitantes con las que comienza esta novela, pero que luego no cumple.

El señor Fox inicia sus aventuras viéndose sorprendido en su estudio por la aparición repentina de una vieja conocida a la que hace años que no ve. Teniendo en cuenta que su esposa está también en casa, la situación es de lo más tensa. Sobre todo cuando comienzan los reproches por algo que sucedió en el pasado y que apenas se explica, dejándonos con una intriga que esperamos se resuelva en las siguientes páginas. Pero más que una continuación narrativa, lo que viene después es una combinación de relato cubista y juego de matrioskas en el que aquellos a los que conocimos no solo son ellos sino también personajes trasladados a coordenadas en las que lo costumbrista se combina con lo barroco, lo bizarro y hasta lo abyecto.
Pero en ese ir y venir entre el aquí y el allí, surge la duda de cuál es el mecanismo por el que quedan unidas ambas dimensiones y el sentido de dicha conexión. Lamentablemente yo no he conseguido encontrar la respuesta a ninguna de las dos interrogantes de la propuesta de Helen Oyeyemi. Y me frustra mucho cuando no conecto con un autor o no consigo entrar dentro de su universo. Doy por hecho que alguien con una carrera como la de Helen, con ocho títulos publicados, ganadora de varios premios y reconocida por la crítica, está lo suficientemente consolidada como para que este lector la ponga en duda. Supongo que no me queda otra que responder con esa manoseada sentencia exculpatoria que dice No eres tú, soy yo.
Pero no lo enuncio con ánimo de victimismo, sino meramente explicativo. Aunque hay algo que me alivia, no he sido el único que se ha sentido así leyendo El señor Fox. Llegué a él a través de un club de lectura y este resultó el parecer mayoritario del grupo. La sensación casi unánime fue que el libro acaba siendo una acumulación de relatos en el que el matrimonio de Saint John y Daphne forman junto con la extraña Mary un triángulo al que se nos acerca desde prismas como la atracción, el deseo, la fantasía, la aceptación, el rechazo, el odio y el juego.
Quizás la intención de Oyeyeme fuera ofrecer una visión holística de cada uno de ellos, de su relación conjunta y de las cruzadas cuya imagen final resultara ser más que la suma de sus partes. Pero lo que se percibe y vive desde el otro lado del papel es una propuesta tonalmente plana y rítmicamente monótona que pierde la conexión con el origen -y eso que el capítulo del intercambio epistolar prometía-, generando desconcierto y desubicación al no saber no solo hacia donde nos lleva, sino por dónde transita.
El señor Fox, Helen Oyeyemi, 2013, Editorial Acantilado.