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«El ángel» seductor

Los polos opuestos se atraen y por eso el tono empático y desvergonzado, casi cómico, con el que se relatan los once asesinatos y múltiples robos de este delincuente resulta tremendamente seductor. Un relato que no entra en las motivaciones sino que se queda en la muy lograda miscelánea de ambientación estética y musical de los años 70, las sensaciones placenteras de quien consigue lo que quiere y el ritmo vital de su protagonista, un joven psicópata sin límites.

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Los 70 ya no están demodé, ahora son vintage. Volvemos a escuchar las canciones de aquellos años y nos resultan simpáticas. Nos motiva su sencillez, hacemos nuestra la alegría y la jovialidad de sus letras, las interpretamos y versionamos como algo naif y auténtico. Nos sucede igual con la geometría y el colorido de las decoraciones interiores de los primeros años de aquella década, las miramos con ojos kitsch, con un punto condescendiente, pero también de admiración por lo que tuvieron de atrevimiento y vanguardia. Una conjunción musical y visual que sirve como presentación de Charlie Brown, Carlitos Marrón, El ángel, y que le acompañará en todo momento allá por donde vaya, generándonos una simpatía que, a pesar de los desmanes y barbaridades que cometerá, no desaparecerá ni un solo instante de la proyección.

Impulso, acción, reacción. Esa es la cadencia que marca los momentos de inflexión en que, sin saber ni cómo ni por qué, se quiebra la paz interior del personaje brillantemente encarnado por Lorenzo Ferro. Un adolescente aparentemente sencillo y anodino, sin ambiciones ni aspiraciones, que se deja llevar sin más, pero que resulta profundamente hedonista, a la par que necesitado de sensaciones fuertes como la de poseer lo que se le antoje y superar cuantos límites se encuentre en su camino sin origen ni destino. Esos son los dos pilares narrativos sobre los que se construyen tanto su personalidad como su historia en la pantalla.

Y así, uniendo estos planteamientos de lo estético y lo argumental es como Luis Ortega ha dado forma a su película. Combinando lo interior y lo exterior, la naturalidad y espontaneidad de quien actúa conforme a como considera en el momento y el asombro e incredulidad de cualquier espectador ante semejante sangre fría. El logro de su cinta está en el buen hacer con que ha entrelazado el relato a lo Capote, un dominio de los elementos técnicos –montaje, fotografía, ritmo,…- que recuerda al Scorsese más italiano y la visión romántica con que observa al que infringe la ley, subrayando cuanto hay de sensual y atrevido tanto en su aspecto y su comportamiento como en lo que hace.

Un atrevimiento que hace que El ángel eche chispas, como en los perturbadores, hipnóticos y poderosos primeros planos de Ferro. O en los pasajes que este comparte  con Chino Darín y todo se llena de su presencia. No solo cuando el guión les considera amigos y compañeros de ilegalidades, sino también cuando -en una medida ambigüedad y nada controlada tensión sexual- contrasta el aspecto andrógino y fluido del primero con la masculinidad y rotundidad de la presencia del segundo. Todo ello, junto con extras como Cecilia Roth, hacen que El ángel, además de ser un extraordinario título, sea también una perfecta excusa para disfrutar con todo aquello que nuestra buena conciencia nos impide reconocer.

“Camino de plata” de Ana Diosdado

Dos mujeres y un hombre son suficientes para repasar las limitaciones que nos ponemos a nosotros mismos para hacer del tener vidas plenas y felices algo difícil. Diálogos ágiles con personajes cercanos que hacen de esta obra una entretenida lectura y un buen material para una solvente representación.

CaminoDePlata

Paula llega a la consulta de un psiquiatra, Fernando, por petición de su hasta ahora marido, quien le ha pedido el divorcio y cree que la ayuda profesional le facilitará dar los pasos necesarios hacia la aceptación de su nuevo estado civil. Por su parte, el susodicho colegiado inicia hoy nueva etapa en su consulta, la parte formal de una vida que alterna entre ratos de ocio con amigos y de entretenimiento con mujeres varias. La tercera en cuestión es Mari Carmen, la secretaria y asistente del doctor, una chica joven –a diferencia de los otros dos, personas de media edad- cuya aspiración en la vida es disponer de suficientes recursos económicos para poder independizarse con su novio.

El paso de todos ellos por la escena psiquiátrica –escenario único, lo que facilitaría la puesta en escena de este texto- les pone en contacto uniendo sus caminos en combinaciones que comienzan como paciente-doctor, empleador-empleada y cliente-asistente y evolucionan pasando por estadios como los de amistad, afecto y amor. De por medio una Paula visceral, llena de miedo, desubicada en la vida por un status familiar como madre y como mujer que parece haber llegado a su fin. Enfrente un hombre racional y profundamente analítico, muy práctico y pragmático, pero con un ácido sentido del humor y una fina ironía sin pelos en la lengua. Y junto a ellos la juventud e inocencia de finales de los 80 del extrarradio de Madrid, que acepta con resignación convivir con la delincuencia y las drogas que habitan sus calles.

Los diálogos escritos por Ana Diosdado son rápidos y ágiles. Cada frase y sentencia encaja perfectamente con la anterior y la posterior en un ritmo constante en el que no hay altibajos. Pero para que las piezas encajen de esta manera se fuerzan algunas cuestiones en los personajes. Por un lado, un psiquiatra que no siempre practica toda la empatía que se podría esperar de un profesional de su especialidad. Y por el otro, mujeres que caen en el convencionalismo de hacer de los hombres y de las relaciones de pareja el elemento principal de sus existencias. Quizás no sean más que rasgos sociológicos del momento en que se escribió esta obra, 1990, que choquen desde hoy, pero dejan en el recuerdo de su lectura una sensación de tópico

Continuando en esta línea, resultan curiosas las anotaciones como las relativas al personaje cuya vida en un determinado momento gira en torno a las horas en que se emiten la noticias por televisión y de las que no puede perderse ni un segundo. ¿Cómo se adaptaría “Camino de plata” al mundo actual donde la información es accesible 24 horas al día por algo tan pequeño, personal e individual como un teléfono móvil?

En cualquier caso, una buena disculpa para recordar a esta gran dramaturga recientemente fallecida, de cuya mano salieron libretos que, como este, pueden suponer para actores con tablas y recursos una oportunidad para su despliegue interpretativo, así como una ocasión de deleite, sonrisas y buen humor para el público asistente a su representación.