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«Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas»

Si leer o escuchar representadas sus creaciones es un goce para el alma y los sentidos, no menos lo es adentrarse en su persona a través de lo que recogieron múltiples publicaciones periodísticas a lo largo de su corta vida. Además de su extraordinaria sensibilidad, estos artículos, entrevistas y reportajes dejan clara la transparencia y diafanidad de un hombre cuya máxima fue siempre la de transmitir con honestidad aquello que hacía único, a la par que universal, a su pueblo.

PalabraDeLorca

Quizás sea la figura más nombrada de la historia de la literatura española, pero el hecho de que aún no sepamos dónde reposa su cuerpo tras aquella cruel madrugada del 18 de agosto de 1936 demuestra que todavía queda mucho por conocer y recuperar de él. Tanto de su obra y de su vida como de su intimidad, de quién era más allá de las páginas que escribió, de las conferencias que impartió y de los amigos, familiares y personalidades con quien se le vio en público.

El que hasta más de 80 años después de su muerte no se haya publicado un volumen como este, Declaraciones y entrevistas completas,  evidencia tanto esta realidad como la de su otra cara, la negación que por distintos motivos –censura política y prejuicios sexuales, fundamentalmente- ha sufrido su persona y, por su extensión, su obra.  En este sentido, no queda otra que alabar el trabajo de investigación realizado por Rafael Inglada con la colaboración del periodista Victor Fernández, y el legado que este título supone para estudiosos y entusiastas de la figura de Federico.

Palabra de Lorca se inicia con un joven entusiasta que comienza a ser conocido en 1922, a sus 24 años, por sus primeras poesías y llega hasta 1936, hasta un hombre consolidado en la escena cultural como un extraordinario poeta y un excelente dramaturgo. No solo un gran creador sino también un convencido del papel cultural, identitario y pedagógico del teatro, tal y como hizo al frente de La Barraca (1932-1934) llevando la tradición de los grandes clásicos –Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón, Cervantes,…- al colectivo más llano de un pueblo obviado por unos gestores y autores entregados a las banalidades que demandaba la burguesía urbana de las décadas de los 20 y los 30.

Todo lo contrario de lo que pensaba de la poesía de su tiempo, declarándose admirador de nombres como Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez. Un terreno este, el del verso, que fue el que le convirtió en una figura pública, sobre todo a raíz de la publicación en 1928 del Romancero gitano. Para entonces ya había demostrado con Mariana Pineda su potencial dramático y su capacidad de captar lo más individual, íntimo y local y transmitirlo conectando con lo que eso tiene de común y universal con cualquier otro individuo a lo largo del mundo. Después llegarían otras dramaturgias que, tal y como cuenta, ya estaban en su cabeza o habían comenzado a tomar forma, como Doña Rosita la soltera o Bodas de sangre y Yerma, títulos con los que se propuso hacer actual la tragedia griega y lo consiguió con extraordinario éxito de crítica y público.

Capítulo aparte de sus vivencias son sus viajes. He ahí la intensidad con que transmite el hondo resonar que le provocó el mar de acero, hormigón e inhumanidad de Nueva York que daría como resultado el poemario allí situado. Nada que ver con su paso por La Habana o sus estancias posteriores en Montevideo y Buenos Aires, ciudades en las que disfrutó con la fantástica recepción que tuvieron sus obras y sintiéndose como uno más en la sociedad de aquellos países con los que compartía idioma y referentes históricos literarios.

Curioso es también leer cómo le describen los otros. Alegre, jovial y extrovertido en sociedad, un niño grande con los suyos, escurridizo con los periodistas insolentes, e introvertido e inmerso en su profundidad interior cuando estaba a solas. Una sombra esta que se fue haciendo más patente a medida que la inestabilidad política enrarecía el clima social español, y del Madrid en el que vivía, a lo largo de 1935 y 1936. Hasta que estalló la contienda que le encontró en casa de sus padres en la vega granadina, de donde le sacó para asesinarle.

Palabra de Lorca no se acaba ahí, sino que sigue a través del recuerdo que algunas firmas le dedicaron años después, atreviéndose a entrar –aunque no con total apertura- en aquellos aspectos que le condenaron, su homosexualidad y su planteamiento público en pro de una cultura accesible para toda la sociedad y no como algo elitista y restringido para aquellos que hicieran de ella un símbolo y señal de su clase social y económica. En definitiva, un volumen extenso, con artículos y entrevistas firmadas por toda clase de autores y calidades, pero que resulta fantástico para descubrir el lado más espontáneo, dialogante y conversador  de un hombre profundamente reflexivo y tan sensible como creativo y visionario.

“El gran mercado”, dando forma al teatro

Una propuesta interesante, generosa y arriesgada. Ensayar una adaptación de una obra de Calderón de la Barca, combinada con momentos de Shakespeare, ante un patio de butacas ocupado. Una oportunidad única de ver cómo se convierten las palabras impresas de un texto en expresiones verbales, gestos y movimientos con que generar y transmitir un amplio y diverso abanico de sensaciones y sentimientos al público asistente. Un gran logro de los veinticuatro actores del Teatro de la Reunión dirigidos con gran acierto por Juan Carlos Corazza.

El-gran-mercado

El día del estreno de una obra teatral supone el eslabón final de un amplio trabajo que comenzó mucho tiempo atrás. Sin entrar en lo complicado del proceso de escritura, podríamos establecer el inicio de la producción del montaje en la selección –y si procede, adaptación- del texto. Posteriormente vendría la selección de intérpretes para cada papel y el desarrollo en paralelo de los ensayos actorales con el diseño escenográfico. Proceso éste en el que quedan incluidos capítulos muy exigentes en creatividad como escenografía, iluminación o música. El gran mercado nos da la posibilidad de ver cómo se pulen y encajan estas piezas para hacer que el resultado final sea más que la suma de todas ellas.

Momento delicado en el que lo que queda por hacer es una labor muy fina y delicada, como cuando Juan Carlos Corazza se levanta de su asiento para decirle a un actor que repita su última frase de una manera diferente, con un tono más extrovertido, elevando la mirada y utilizando su cuerpo como palanca de expresión. Instrucciones muy precisas y cuyo cumplimiento consigue que el significado de lo escuchado cambie totalmente y tras ello, tanto la percepción de la historia ya vista como las expectativas de la que aún está por conocer. Es entonces cuando al público asistente le queda claro la meticulosidad y artesanía que hay detrás de una buena actuación, el duro y constante trabajo en equipo que esta supone, así como el papel del director –exigiendo a la par que guiando- y del intérprete –cumpliendo con lo encomendado, dejándose moldear por su maestro, pero también aportando su impronta personal-.

Lo vibrante de este taller de creación escénica es que cada personaje es interpretado por varios actores, lo que nos permite ver cómo cuerpos y voces tan diferentes entre sí pueden resultar igualmente convincentes a la hora de ejecutar la misma misión. Esta tarea en grupo nos da también la oportunidad de ver sobre el escenario situaciones como la de un diálogo entre dos contendientes encarnado a la par por dos parejas, lo que le da pie a que este ensayo, que también es una clase práctica, nos permita experimentar momentos únicos, como si el teatro fuera una caja de resonancia que integra tanto a su eco como otras posibles maneras de ser.

Un efecto incrementado por las entradas y salidas de los actores desde y hacia el patio de butacas. Un elemento más del movimiento escénico con que está planteado El gran mercado (del mundo), en el que la continua fluidez de sus veinticuatro intérpretes se acrecienta con individualidades flamencas y coreografías en grupo con música en directo. Un minucioso trabajo con el que esta promoción del Teatro de la Reunión resulta exitosa en su objetivo de darle a cada uno de los versos de Calderón y de Shakespeare interpretados un dinamismo y una frescura con los que extraer de ellos tanto su profundidad narrativa como sus posibilidades poéticas.

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El gran mercado, en el Centro Cultural Conde Duque (Madrid).