El tráiler promete una buena sesión de chistes ácidos, ironías, humor negro y salidas de tono. Y los hay, pero son pocos más que los que se veían en esos dos minutos y no siempre causan la carcajada esperada. El resto del metraje responde a la lucha de un supuesto espíritu libre contra las buenas formas y costumbres que se espera de todo adulto soltero, convertirse en alguien “hecho y derecho”.
Amy es un terremoto allá por donde va: mal hablada, con un estilo de vestir más que explícito, modales macarras, alguna rayita de vez en cuando, nada sincera y toda una mantis religiosa en el tema hombres. En resumen, un dechado de virtudes. Pero no es la única, Dios los cría y ellos se juntan, y por eso trabaja como redactora en una revista donde todo contenido se basa en mofarse de los personajes retratados o de los lectores que se suponen la leerán. Así es como llegamos hasta Bill Hader, a entrevistar a este famoso traumatólogo que trabaja en el sugerente mundo del espectáculo del baloncesto de la NBA. Él es todo lo contrario a ella, correcto, formal, soso, aburrido, anodino, nunca una palabra más alta que otra, y con una vida sexual tan larga como la de la última semana de ella.
Dos personajes opuestos, sin punto en común alguno, hablando lenguajes de vida diferentes y obligados por la circunstancias a compartir tiempo para entenderse. “Y de repente tú” nos ha presentado ya todo cuanto cree que necesitamos para disfrutar y reírnos durante la algo más de hora y media que aún nos queda de proyección. Para ello recurre a ese principio de la física que es “los polos opuestos se atraen”. Poco a poco surgen los desencuentros de intención graciosa, con diálogos que mezclan la barbarie de ella con la ingenuidad de él, niveles que se reducen a medida que lo hace también la distancia que separa una conversación de un beso en los labios.
Y así, de tensión en tensión, se suceden los minutos. ¿Cuándo llegará la primera mirada? ¿Y un beso? ¿Y una cita? ¿Y el sexo? ¿Y en qué orden lo hará? Y si surge el compromiso, ¿habrá alguna crisis? ¿Qué o quién la provocará? ¿Se reconciliarán? ¿Triunfará el amor al final? Y así un extenso check-list de preguntas más o menos previsibles con intermedios con propósito hilarante de rechazo a la maternidad y al matrimonio, recurrencia a diálogos sexuales e incluso prácticas pocos convencionales.
Buenas intenciones de un guión con el que probablemente la estrella protagonista, Amy Schumer se divirtió escribiéndolo tanto como rodándolo (¿hay algo de ego en que su alter ego en la pantalla se llame como ella?). Pero el cine no es como el medio televisivo del que ella viene, capítulos de 22 o 44 minutos estructurados en base a gags con personajes lineales cuyo recorrido es algo secundario para el espectador. Y eso es lo que ocurre, con el resultado de que no vemos crecer a los protagonistas, lo conocimos en un punto y los dejamos allí donde sabíamos que íbamos a llegar habiendo pasado por un montón de lugares visitados por otras tantas comedias románticas anteriores a la suya. Con lo que, ¿para qué hemos emprendido este viaje? ¿Para qué hemos entrado en la sala a saber de sus andanzas?