Quince pequeñas historias en la que sus autores manejan la cuestión LGTB libremente. Haciéndola protagonista de narraciones identitarias. Como un rasgo más de sus personajes. O como unas coordenadas desde las que observar, analizar y exponer una cotidianidad que aún no sabe cuánto implica el concepto “diversidad”. Un buen conjunto con el que conocer las propuestas de nombres ya conocidos y de otros que buscan su hueco en el panorama literario.

Es difícil hacer una valoración de un conjunto de relatos cuando ya conoces a algunos de sus creadores. Pero si tuviera que hacer una síntesis de Asalto a Oz sería la frescura libre de auto prejuicios de sus escritores y la inquietud por constatar y atestiguar realidades que demandan ser registradas, compartidas y conocidas. Enfoque e interés que confluyen haciendo del asunto LGTB tanto un prisma con el que acercarse desde la realidad a la literatura, como desde el que adentrarse en la realidad a través de las palabras. Un logro en línea con el objetivo editorial de Dos Bigotes, potenciar la curiosidad lectora y ofrecer #LiteraturaContraElSilencio.
Rehúyo de los rankings en las antologías y recopilatorios porque su función no es es dar pie a debates de quién es bueno o mejor, sino la de ofrecer puntos de vista, tratamientos y resoluciones que se complementen y contrasten entre sí en beneficio del que disfruta de pasar una a una sus páginas. Dejado esto claro, no puedo no reparar en algunos nombres que me han llegado especialmente. El de Rubén Serrano por la claridad y hondura de su texto introductorio, dejando claro por qué es necesaria la literatura LGTB. No solo por activismo político y reivindicación social, sino también con un fin casi antropológico, para mostrar esas muchas maneras de hacer, ser y estar que están fuera del estrecho margen de actuación de la heteronormatividad masculina en la que vivimos.
Entre los escritores que ya conocía, esta lectura me ha servido para renovar el placer que sentí con Gema Nieto en su Haz memoria (2018). Como entonces, mira al pasado para llegar hasta los lugares, los momentos y las personas que provocaron que nuestro presente sea el que es. Y lo hace con una capacidad sensorial y emocional delicada y exquisita en la que se funden lo narrativo y lo lírico, haciéndote sentir primero y conociendo después. He disfrutado reencontrando a Pablo Herrán de Viu tras Manuel Bergman (2017) y dejándome llevar por la bacanal interior de ese protagonista escritor, que sugiere biografía, ficción, imaginación y diversión a partes iguales. Por su parte, la propuesta de Óscar Espirita convierte en adulto narrador al Niño marica (2015) de su primer poemario, pero su historia sugiere tanta magia, autenticidad, sinceridad y verdad como los versos de aquel.
Entre los que he descubierto y de los que ahora quiero conocer más, Álvaro Domínguez, que en La pareja ofrece un muy bien expuesto retrato sobre la diatriba espontaneidad personal versus exigencias públicas. Algo similar a lo que consigue Aixa de la Cruz entre las expectativas y la realidad en Nodriza. Me resultó muy festivo el tobogán de secuencias de El niño que le miraba el coño a las Barbies de Lluis Mosquera. Y me pregunto cómo continúan tras su final las propuestas de Miriam Beizana Vigo y Alana Portero. Quién sabe, lo mismo podrían crecer hasta convertirse en auténticas novelas, no sería la primera vez Alberto y Gonzalo, los Dos Bigotes, hacen que así sea.
Asalto a Oz, varios autores, 2019, Dos Bigotes.