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“Shiawase-Dô” de Alex Pler

“Los 15 principios japoneses hacia una vida plena y feliz” o cómo aprender de otra cultura para tomar conciencia de aquellas actitudes vitales que se nos hacen más evidentes al mirar cómo las viven y aplican a miles de kilómetros de nosotros. Redactado de una manera sencilla, más cercana que didáctica, y con un entusiasmo con el que su autor contagia el ánimo por convertir lo conocido y vivido en primera persona en una experiencia compartida.

A día de hoy hay ya tres maneras de compartir la pasión de Alex Pler por Japón. Acercarse a su librería, Haiku Barcelona, y pedirle consejo sobre qué autor y título nipón leer. Abrir su anterior título, Hanakotoba, y dejarse seducir por esas palabras que no tienen traducción directa al español y que te trasladan hasta momentos y conceptos llenos de poesía y lirismo. O bien, desde ahora, leer este simulacro de diario sobre el contenido de su ikigay, los pilares de la cultura y la manera de vivir del país del sol naciente y de los que, a su manera, él desea ser embajador y transmisor.

Quince capítulos en los que no se presenta como erudito, experto o académico sobre el tema, si no como alguien atraído e inspirado por otro modo de estar en el universo. Sin hacer de ello un dogma, Alex se queda con su esencia para incorporarla a la manera de ser y actuar en la que ha crecido y sido educado. Una especie de mestizaje entre cultural, espiritual y conductual que siente como un impulso desde niño y que ya como adulto ha sido capaz de convertir en un estilo que tiñe tanto su talante interno como su propuesta -personal y profesional- hacia los demás.

De alguna manera, el planteamiento general de cada uno de los términos, actitudes y comportamientos que expone, nos resultan cercanos. Valga como ejemplo el itadakimasu o el momento de agradecimiento antes de comenzar a comer lo que se tiene en la mesa. Mientras nuestro poso cristiano ha hecho que ese momento tuviera como fin evocar el poder de un ser superior, lo que Alex nos cuenta es que en Japón tiene una intencionalidad más humana, destinada a recordar que en el mundo en el que vivimos todo es resultado de la continua interrelación e interacción entre personas y naturaleza.

Pero tal y como señala en su introducción, esto no quiere decir que lo japonés -con sus ecos del budismo, el zen o el taoísmo- sea más o mejor que nuestro humanismo y nuestra occidentalidad, sino que es otra manera de disponerse y posicionarse en la vida. De dar forma a eso que formamos junto con las demás personas en forma de amistad, familia, empresa o sociedad. Y que, tal y como Pler deja claro desde el inicio, no es perfecto y tiene también un lado de sombra, coacción y límite, por lo que él prefiere ser testigo y visitante frecuente para quedarse con los efectos positivos de su concepción y aplicación cuando se realiza con mesura, espontaneidad y adaptabilidad.  

Además de una introducción a la cultura japonesa, Shiawase-Dô es también el relato del descubrimiento y aplicación personal de su autor de los términos indexados. Una narración bien hilvanada con la exposición conceptual, en la que Alex expone -con un punto tan o más emocional que divulgativo- cómo tomó conciencia en Japón de lo que cuenta, cómo podemos acercarnos a ello a través de la literatura -muy útil para los que aún no hemos viajado hasta allí- y cómo es aplicable en nuestro día a día a este otro lado del mapa. Por último, señalar la bonita edición de Zenith Libros, haciendo que la presencia e imagen de este título sea coherente con su contenido, mensaje y propósito.

Shiawase-Dô. Los 15 principios japoneses hacia una vida plena y feliz, Alex Pler, 2019, Zenith Libros.  

“El amor desordenado” de Alex Pler

A vueltas con el amor. ¿Otra vez? Sí. ¿Acaso no es el amor lo que nos mueve de continuo? Pero siempre desde la inconformidad. Cuando lo vivimos formalmente por lo que nos podemos estar perdiendo. Cuando no lo tenemos, por el vacío que evidencia su continuo deseo. Y mientras tanto, esa cortina de humo que es, o no, el sexo. 39 brevedades en las que Alex Pler combina la transparencia, la espontaneidad y la ingenuidad en una realidad que está a mitad de camino entre la verdad y la ficción de uno mismo.

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Que Alex no tiene ningún problema en compartirse ya quedó claro en La noche nos alumbrará y que el amor, el eterno amor, está tan presente en su imaginario como en las letras de las canciones que escuchamos y los guiones de las películas que vemos, resultó patente en El mar llegaba hasta aquí. Uniendo lo uno y lo otro, junto con la inspiración generada por amantes y (des)amantes (como dice en la página final de agradecimientos), surgen estos relatos breves que también podrían considerarse apuntes de un escritor.

Conatos de grandes historias que, como no lo fueron en la vida real, tampoco lo van a ser en la literaria y a los que dedica sobre el papel el mismo tiempo que tuvieron ese día ya pasado en que sucedieron. Golpes de sinceridad emocional que una vez que toman forma escrita se cierran con un punto y final. Cada uno de ellos podría haber sido el inicio de algo que se quedó en un ensayo y error más, otra dosis de experiencia, un suma y sigue en eso que se llama vida, búsqueda, madurez o crecimiento. Aunque a veces dé la sensación de que estos términos sean eufemismos de lo que, impotentemente, sentimos como fracaso e imposibilidad.

Tiempo atrás vi una video entrevista en la que Pler decía que le interesaba practicar “el haiku” –será la influencia nipona de la que es tan fan-, ir a la esencia y la autenticidad, liberarse de adornos y circunloquios. Viendo que Alex se ha aplicado este principio a sí mismo –siempre nos quedará la duda de cuánto hay de autobiografía y cuánto de realidad ficcionada en estas escenas-, se ha de deducir que El amor desordenado tiene mucho de desnudez, pero de la difícil, la de la intimidad. En sus páginas queda claro que quitarse la ropa frente a un desconocido (o ante dos) es fácil, lo complicado es mostrar el corazón, sinónimo de algo mucho más delicado, de saber, aceptar y estar dispuestos a mostrar que somos vulnerables.

Me atrevo a decir que si eres esa clase de persona, disfrutarás como lector de El amor desordenado y percibirás la sensibilidad de las ilustraciones de Luitego, que le van como anillo al dedo (vaya, una imagen alegórica de ese término tan tremendo que es “compromiso”) a cada uno de sus episodios. Si no es tu caso, puede que seas una persona como esos hombres que, como en estas narraciones, ves dos o tres veces, encuentras una noche de fiesta, te hablan a través de una aplicación de contactos, te invitan a su casa o te visitan en la tuya y para los que sientes que al día siguiente no eres más que, si acaso, un vago recuerdo.

“El mar llegaba hasta aquí” de Alex Pler

Mágico y realista a la par, tan ilusionante como veraz, no se lee, se vive, se siente.

ElMarLlegabaHastaAqui

Leo desde hace tiempo a Alex con frecuencia, sea por entretenimiento de manera casi diaria a través de twitter o de vez en cuando, buscando un momento de evasión de la rutina, en su blog “Sombras de neón”. En el recuerdo tengo también la alegre sorpresa que fue descubrir el recopilatorio de posts de su bitácora digital anterior, “La noche nos alumbrará”. Meses atrás ya dejó leer para todo aquel que lo quisiera el primer capítulo de la que desde el pasado 13 de enero es la ficción “El mar llegaba hasta aquí”. Tras finalizarlo le hice llegar vía mensaje mi impresión: “ganas de más”.

Ahora que ya es una novela lanzada al mundo y cobrando vida al margen de su autor, pasando a ser moldeada por las impresiones de sus lectores, diré que aquellas páginas iniciales son la puerta de entrada a un universo mágico y realista a la par. Siguiendo el símil de su título, bucear en esta creación literaria es ilusión para el espíritu y realismo para la piel de los que se decidan a sumergirse en sus aguas. “El mar llegaba hasta aquí” no se lee, trasciende el código de las palabras y sus estrictos significados y va más allá, se vive, se siente.

En su manera de relatar Alex va más allá de concatenar hechos y reflexiones, sino que entra dentro de de las motivaciones y las causas de sus personajes, dotando a sus narraciones y diálogos de una gran sensibilidad. Aunque sus protagonistas puedan actuar por lo que les dicte su cabeza o los convencionalismos, Pler plasma con gran delicadeza las emociones que fluyen por su interior, tanto aquellas que llegan a expresar como las que no son capaces de dejar fluir. Así es como Leo, Adán, Javi o Verónica se hacen grandes, completos, humanos, haciendo que la identificación o la proyección con ellos de sus lectores surja de manera casi instantánea.

Ante su narración en primera persona es inevitable preguntarse cuánto de autobiográfico hay a lo largo de sus trescientas páginas. Mi apuesta es que mucho, quizás no todo vivido por Alex, pero sí a su alrededor, experiencias que le habrán llegado a través de sus propias vivencias o del relato de otros cercanos a él. El conjunto que forman es de un gran realismo, sin crudezas ni excesos ni gratuidades, la vida tal cual ha sido o podido ser hasta ahora para aquellos que hoy nos consideramos jóvenes aunque la niñez quede ya lejos, aunque aún miremos hacia ella más veces que hacia el futuro por venir. Y para darle continente a ese contenido vital no faltan referencias literarias (Tom Spanbauer, David Foster Wallace, Stephen King, Michael Crichton,…), musicales (Whitney Houston, Madonna, Céline Dion, Alanis Morissette, Rihanna, Fangoria,…)  o cinematográficas (El mago de Oz, Lost in translation, Smoke, Mi vida sin mí, Azul oscuro casi negro,…),  además de cómics, programas de tv y redes sociales que componen un completo marco generacional.

El vértice en el que confluyen autenticidad, sensibilidad y verismo es en la fluidez y espontaneidad con que van evolucionando los acontecimientos que con el sexo, el amor y la amistad junto a las ganas de crecer y descubrir como telón de fondo se desarrollan en el triángulo Barcelona-Granada-Madrid. De ahí la historia salta a Japón y con esa distancia geográfica su ficción adopta nuevas coordenadas no solo geográficas sino evolutivas. Se dejan las coordenadas espacio-temporales como cuadro de escena para adoptar modos orientales, como los de Haruki Murakami cuando confronta en sus novelas el mundo en el que estamos físicamente con otro paralelo y aparentemente irreal en  el que nos sentimos vivir de manera más plena, completa y auténtica. Se pasa de lo lineal a un caleidoscopio de emociones, un salto que supone una inicial bajada de ritmo que despierta dudas sobre hacia dónde quiere llevarnos Alex Pler, pero resituados en las nuevas coordenadas narrativas en que nos coloca está clara que su intención es llevarnos hacia la alegría, el positivismo, el tener fe y empeño. Su intención es que disfrutemos con su lectura de igual manera que hemos de hacerlo con la vida, tanto cuando miramos hacia atrás como cuando miramos hacia delante desde el hoy en el que estamos.