Hace dos décadas la primera entrega resultó entretenida, un taquillazo de verano sin grandes alardes creativos, pero efectivo. En esta ocasión comienzas a ver la película esperando más de lo mismo, a los pocos minutos crees estar ante una cinta para adolescentes y finalmente pierdes la batalla ante el tedio de un absurdo producto calificable, si acaso, como infantil.
A estas alturas del año acudimos a las salas de cine buscando refugio, empujados por las altas temperaturas estivales que nos impiden realizar ningún tipo de ejercicio deportivo o actividad mental. Esto hace que rebajemos mucho nuestro nivel de exigencia a la hora de seleccionar entre lo que la cartelera nos ofrece, si es que nos da esa posibilidad. Somos carne de cañón para hacer taquilla viendo segundas partes de historias que ya funcionaron, y cuanto más ruido y efectos especiales incluyan, mejor. Producciones con un guión poco o nada complicado y cuya producción se centre en un montaje de lo más acelerado, con secuencias llenas de acción y un reparto en el que destaquen un par de caras bonitas susceptibles de ser elegidas entre las más fotogénicas del año. Si la cinta es americana, contemos además con algunos momentos de humor fácil y otros pocos de épica patriótica.
Bajo esa premisa Independence Day se convirtió en la cinta del verano de 1996, y ahora la 20th Century Fox y Roland Emmerich lo intentan de nuevo diciendo que los alienígenas tomaron nota de aquella derrota para esta vez sí que sí, arrasar con nosotros y quedarse con la Tierra. Todo comienza con extraños acontecimientos y complejas explicaciones científicas que dejan claro que estamos ante algo nunca visto antes. Curiosamente, por allí pasan tres jovenzuelos, dos chicos y una chica, con un conflicto entre ellos tan grande como la belleza que destilan y el potencial para ocupar las portadas de mil y una revistas para adolescentes. Como culmen, aparecen como secundarios algunos de los protagonistas de la cinta del siglo XX. Los chavales de hoy no les conocen, pero sí sus padres y así se consigue que vayan juntos en familia al cine. De esta manera la sala no solo va a vender más entradas, sino que recaudará un extra por los packs de coca cola con palomitas que los asistentes se llevarán a sus butacas.
Sin embargo, la astronomía de este Contraataque utiliza razonamientos que parecen más propios de un programa televisivo sobre astrología. El triángulo de camisetas ajustadas se odian y se quieren como si estuvieran en un patio de colegio. Y tanto ellos como los de una generación atrás se expresan con diálogos de lo más simple. Para colmo, las escenas de acción parecen descartes de cualquier otra película en la que se haya luchado contra los extraterrestres. Que a estas alturas, Hollywood nos la intente dar con blandiblub (sí, moco verde) y circuitos electrónicos llenos de lucecitas, no sé si dice poco de su creatividad o del nulo nivel de exigencia y espíritu crítico que esperan de nuestra parte.
Lo peor de todo es que a medida que pasan los minutos el efecto de desidia es acumulativo, lo simple se hace absurdo y estúpido, y el aburrimiento, tedio y desidia. Conclusión, pasar calor es mejor plan que ver Independence Day: Contraataque.