“Particulares y patios”, coordenadas de un pequeño universo

El espacio común de todo inmueble compartido como lugar en el que confluyen, se cruzan, encuentran e ignoran sus habitantes y sus historias, sus dramas y sus alegrías. Una propuesta que aúna texto y movimiento, dramaturgia y performance con pasajes meramente narrativos y otros en los que se experimenta, indaga e investiga con las posibilidades de lo escénico.

La Chivata Teatro ha convertido la sala de Nave 73 en un bien catastral en el que intérpretes y espectadores se relacionan como buenos vecinos. Al llegar, los actores interactúan con quienes buscan asiento. Les dan la bienvenida y comparten con ellos fotografías y pinzas. Cuentan que tomaron las imágenes con cámaras de un solo uso durante el proceso de ideación de este montaje. Metateatro y maleabilidad de la cuarta pared. Recurso que ya no nos sorprende, pero mecanismo eficaz con el que solventar la escasez de presupuesto y hacer de la función una burbuja temporal que se adapta libremente al fluir del pulso y la tensión de la atmósfera allí creada y compartida.

Ese es el ánimo que se percibe en Particulares y patios. Su materialización parte del principio de transparencia, mostrar sus costuras narrativas y escénicas, base sobre la que fundamenta su intención de componer un fresco comunitario en el que vemos a mujeres que se asoman a la ventana a recoger la ropa, a solitarios que esperan ansiosos la entrega de un mensajero, parejas en un punto de inflexión de su relación o amigos que comparten lo bueno y se apoyan en lo triste. Cuadros que se suceden, repiten o intercalan con la misma cadencia con que supuestamente se estructuran la cotidianidad y monotonía de nuestras vidas.

El teatro apela a dos de nuestros sentidos: oído y vista. Particulares y patios es mucho más placentero para el segundo que para el primero. Lo que se dice y escucha suena a conocido, a elemento necesario, a introducciones o diálogos inevitables que dan pie al verdadero corazón de la representación. Lo que se ve y observa, en cambio, denota una inspiración, trabajo y dedicación mucho más elaborada y conseguida en que se nota la participación e implicación directa de un elenco compenetrado.

Hay en este apartado originalidad y chispa, una búsqueda y consecución de imágenes y significados que seducen la mirada de quien asiste, embaucado por cómo los seis intérpretes juegan con la diafanidad de la escenografía, el escaso atrezo y modulan sus propios cuerpos para ejercer tanto de personas como de objetos. Llámese coordinación, coreografía o sincronía, o sea una combinación de todo ello, el modo en que manejan las telas y las poleas, o los marcos simulando ventanas o señalando sobre dónde hace zoom su historia, resulta hipnótico y atractivo. Pasajes que funcionan por sí mismos, por el esteticismo y la energía que transmiten.

Ahí es donde está el valor de este montaje, el cauce por el que nos llega el conglomerado de sensaciones, sentimientos y emociones que pretende aflorar, sintetizar y transmitir. El potencial en el que se me ocurre sugerir a La Chivata Teatro que siga buceando para profundizar en el camino en el que está, conseguir objetivos ambiciosos y llegar a las metas que se intuyen desde la platea.

Particulares y patios, en Nave 73 (Madrid).  

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