«Una habitación con vistas» de lo más sugerentes, de E.M. Forster

Florencia es la ciudad del éxtasis, pero no solo por su belleza artística, sino también por los impulsos amorosos que acoge en sus calles. Un lugar habitado por un espíritu de exquisitez y sensibilidad que se materializa en la manera en que el narrador de esta novela cuenta lo que ve, opina sobre ello y nos traslada a través de sus diálogos las correcciones sociales y la psicología individual de cada uno de sus personajes.

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Visitando la Santa Croce, Stendhal se sintió tan impresionado por la magnanimidad de lo que le rodeaba que sufrió lo que popularmente conocemos como el síndrome al que da nombre. A Lucy le sucede algo parecido cuando entra en esa misma basílica en su primer paseo por la ciudad, aunque lo que a ella le ocurre no responde a cuestiones monumentales, sino única y exclusivamente humanas. Allí se encuentra con los señores Emerson, padre e hijo -a los que acaba de conocer en la pensión de la ciudad de Florencia en que ella también se aloja con su prima-, y se une a ellos para evitar ser vista en escandalosa e indecorosa soledad. En ese momento se consolida en su interior una sensación que, no siendo agradable, no puede evitar que forme ya parte de ella y la altere sin remedio cada vez que el más joven de ambos varones se hace presente.

Una habitación con vistas es un viaje entre la Italia renacentista y la Inglaterra victoriana. Entre el aire de exaltación romántica que E.M.Forster da a los acontecimientos que suceden en la primera y toscana parte de su novela y el contenido costumbrismo de las convenciones que los marca inglesamente en la segunda. Un conjunto en el que nos ofrece un profundo retrato de la clase alta británica de principios del siglo XX, aquella que comenzaba a viajar más allá de las tierras de su Imperio y que descubrió al mundo las posibilidades que ofrecía el turismo para el desarrollo y el enriquecimiento personal. Un colectivo que, sin embargo, debía construir su vida siguiendo los parámetros de clase económica, apellido y sexo bajo los que hubiera nacido.

Desde su posición como narrador ajeno a lo que nos cuenta, Forster nos relata lo que sucede sin intervenir en ello, pero plagándolo de adjetivos que califican con escasa flema y menos pudor cuanto se dice y se hace como lo que se calla y se evita. De esta manera compone un completo retrato de sus protagonistas, formado por la descripción de sus caprichosas personalidades y el análisis del momento vital en el que se encuentran. Un momento de enorme trascendencia en el que la emancipación solo es posible a través del matrimonio, además de los exigentes condicionantes familiares y sociales que han de cumplir para mantener el estatus de la clase social a la que pertenecen.

Por otro lado, y a pesar de la distancia geográfica entre Florencia y Londres, Forster plantea con gran naturalidad, desarrolla con efectividad y resuelve muy exitosamente, las diferentes tramas que hacen que las personas que coincidieron en la ciudad italiana sigan ligadas en la capital británica haciendo verdad aquello de que nada es por casualidad y que las coincidencias no existen sin más. De esta manera se impone la lógica de lo imprevisible, consiguiendo que lo que se nos cuenta resulte creíble, posible incluso, y tome forma escrita como narrativa de altos vuelos, como literatura que seduce y arrastra gozosamente consigo a su lector.

Una habitación con vistas, E.M. Forster, 1908, Alianza Editorial.

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