Un personaje genuino y una narración de lo más perspicaz con un tono en el que confluyen el drama psicológico, la tensión estresante y el horror gótico. Una historia auténtica que avanza desde su primera página con un sostenido fuego lento sorprendiendo e impactando por su capacidad de conseguir una y otra vez nuevas aristas en la personalidad y actuación de su protagonista.

Son muchos los logros de La señora March. Tras ellos está la capacidad de su autora para dosificar la información y no alejarse nunca del registro con el que la expone. Su escritura es constante y tenaz, tan obsesiva como su retratada, igual de meticulosa y precisa. No hay una sola página en que se salga de su senda, en que caiga en la debilidad de explicarse en exceso o de acelerarse y adelantarse a los acontecimientos. Su valor está en la calculadora asepsia y frialdad de su labor mediadora, entre su lector y la mujer de un escritor no se sabe bien si insatisfecha y amargada o depresiva y perturbada.
Feito no plantea un conflicto, sino que nos imbuye en él. A nuestra interpretación queda la objetividad y realismo de lo que leemos, o el posible filtro -quizás científico, quizás literario- con que es plasmado. Lo excitante es que la incomodidad que provoca es tan interna, la sensación de que hay algo más que no acertamos a dilucidar está tan sólidamente planteada, que no nos lleva a buscar las fisuras, el recurso o el truco de su propuesta sino a avanzar en sus capítulos deseando conocer, descubrir y averiguar hasta dónde pretende hacernos llegar. Una curiosidad cada vez más capciosa, un camino en el que cuanto más se conoce, más evidente se hace la pesadumbre y el conflicto entre lo constatado y lo imperceptible que no se sabe si está escondido entre líneas o en la necesidad de nuestra imaginación.
Virgina lo consigue dando muchos datos, pero nunca los suficientes como para situarnos con exactitud. Nos describe las estaciones del año, pero no nos dice de cuál, aunque debemos presuponer que de varias décadas atrás porque no hay internet ni teléfono móvil, pero sí tarjetas de crédito. Maneja la imagen, personalidad y características propias de la ciudad de Nueva York, sobre todo su magnitud y fría racionalidad, con la precisión que necesita en cada episodio. Ya sea para garantizar el anonimato de La señora March, certificar su manera de mirar y de procesar lo captado, o provocar las circunstancias que nos hagan testigos de su comportamiento.
Buena parte de su inteligencia está en la naturalidad con que elude dar respuesta a los interrogantes que plantea y que utiliza como motor y guía de su progresión. He ahí el inicial, ¿se inspiró el señor March en su esposa para construir el personaje de la prostituta despreciable de su última y exitosa novela? A partir de ahí un castillo de naipes que nunca se pone en duda y en el que se puede intuir a Shirley Jackson, Patricia Highsmith, Alfred Hitchcock o hasta a Stephen King. Referencias a cuya altura no solo demuestra estar La señora March, sino tener algo que aportar y decir por sí misma.
La señora March, Virginia Feito, 2022, Editorial Lumen.
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