«Pampanitos verdes» de Óscar Esquivias

Diez historias que nos introducen en la cotidianidad, en el día a día, en el anecdotario de sus protagonistas. Lecturas inspiradoras por la franqueza, sencillez y transparencia con que están narradas y lo reveladoras que son de las personalidades, temperamentos y trayectorias vitales de los hombres y mujeres que transitan por ellas.

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Me ha vuelto a suceder lo mismo que con Andarás perdido por el mundo. Me da la impresión de que los relatos de Oscar Esquivias están elaborados a partir de una imagen fija, de un retazo perdido de una conversación escuchada en una terraza, de la visión de unos viandantes durante apenas unos segundos desde la ventanilla de un medio de transporte, del instante en que paseando se ha cruzado con alguien que iba en dirección contraria. Algo mínimo pero que le basta para deducir, imaginar o elucubrar el universo que se puede esconder tras esa congelación del tiempo, realidades no ocultas, únicamente esperando su visita para posteriormente ser convertidas en ficción por él.

Personas que podríamos ser cualquiera de nosotros, que nos quejamos en multitud de ocasiones de que no nos ocurre nada interesante ni destacable, pero que lo somos precisamente por eso. Los protagonistas de Pampanitos verdes lo son por lo mucho en común – dudas, sueños, recuerdos, frustraciones, incertidumbres- que tenemos con ellos en infinidad de cuestiones -la muerte, el deseo, el futuro, el despertar sexual-. Una cercanía sentida, además, por la sencillez con que Óscar les describe, la transparencia con que les sigue y la naturalidad con que transmite sus pensamientos y narra sus acciones.

Y aunque algunos de ellos viajan hasta Chicago o viven en Roma, la mayoría de sus singularidades comparten coordenadas en ese cosmos tan particular que es Castilla. Una tierra en la que el que establece las normas pide que los demás se hagan los ciegos y los sordos cuando es él quien no las cumple (la bipolaridad del que se impone como caudillo); en la que se cree que no hablando de un asunto se consigue su no existencia (y el resultado es hacerlo aún más presente); y en la que se es incapaz de considerar otras maneras de disfrutar y sentir que la de uno mismo (viviendo así de espaldas al de al lado). Una actitud que nadie reconoce tener pero que presupongo Esquivias conoce bien como burgalés que es y que aunque está en lo que refleja, no influye en su percepción ni en su manera de relatarlo.

De ahí que, más allá de la comedia o el drama, el costumbrismo o la invención, la representación o la recreación que caracterizan cada uno de estos cuentos, en todos ellos nos encontramos con una mirada empática, siempre amable, respetuosa y considerada con cuantos los habitan. Así, al no caer en la tentación del juicio o la crítica, su punto de vista resulta más amplio y nos ofrece una visión totalmente humana y verosímil. Esto hace que más que historias con principio y final, Pampanitos verdes sea una colección de fragmentos de vida tan interesantes como presuponemos ha de ser lo anterior y lo posterior a lo que nos muestra de ellas.

Pampanitos verdes, Óscar Esquivias, 2010, Ediciones del Viento.

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