Los diez días que James Earl Gray pasó en Lisboa en junio de 1968 tras asesinar a Martin Luther King nos sirven para seguir una doble ruta. Adentrarnos en la biografía de un hombre que caminó por la vida sin rumbo y conocer la relación entre Muñoz Molina y esta ciudad desde su primera visita en enero de 1987 buscando inspiración literaria. Caminos que enlaza con extraordinaria sensibilidad y emoción con otros como el del movimiento de los derechos civiles en EE.UU. o el de su propia maduración y evolución personal.

Como la sombra que se va está narrada en tercera y primera persona. Combina a un autor omnisciente que ha investigado profusamente y comparte con nosotros lo que sabe –pasado por el rico tamiz recreador de su imaginación- y al hombre que se revisa confrontándose consigo mismo y exponiéndose para conocerse a través de su propia proyección. Como telón de fondo, y desempeñando un silencioso papel protagonista, de simbiosis con aquellos que acuden a ella, una Lisboa discreta que se ajusta como anillo al dedo al momento vital de sus visitantes. Poniendo de relieve con el eco de su silencio quiénes son y haciendo más patente lo que les falta para estar en paz consigo mismo. En el caso de James poner tierra de por medio para librarse de la amenaza de ser un prófugo de la justicia americana, en el de Antonio liberarse del compromiso laboral y matrimonial que había asumido como coordenadas de vida.
La Lisboa de mayo de 1968, capital de un imperio caduco, una esquina abandonada de un mundo tan en agitación como en proceso de modernización, pone de relieve la incapacidad para escapar de sí mismo en que ha vivido siempre Earl Gray. Marcado desde su nacimiento por el vandalismo de unos padres alcohólicos y un sistema social, educativo, judicial y penitenciario en el que se castiga, condena y encierra al que no cumple con sus exigencias.
A la que llega en enero de 1987 el que allí terminara de concebir El invierno en Lisboa es un lugar sumido en sí mismo, en la saudade de su aire atlántico, en esa tierra de nadie entre lo fluvial y lo oceánico, lo terrenal y la infinitud del horizonte. Una ciudad discreta pero, tal y como relatan sus palabras, profundamente inspiradora por la modestia, naturalidad y sencillez con que muestra quién y cómo es, sin ocultar sus sombras, sus imperfecciones, sus límites o sus faltas.
La mirada que Muñoz Molina realiza desde 2014 a aquellos lugares en los que se hospedaron uno y otro, de los bares, clubs y demás que visitaron y de las calles y plazas por las que transitaron, así como de la narración de los cortos diálogos y encuentros que tuvieron con la población local, denota en ambos casos un anhelo de inflexión vital. Una búsqueda casi existencial en la que el autor de Ardor guerrero y Plenilunio se sumerge exponiendo sobre el tablero de juego las coordenadas personales en que cada uno de ellos se sentía y las del mundo en que se movían, tanto en sus respectivos momentos presentes como en los tiempos futuros que vinieron después.
Sin ánimo de buscar justificaciones ni de simbolismos llenos de épica, con el verismo que dan los datos documentados y las vivencias propias, Muñoz Molina simultanea con excelente equilibrio ambas historias. Relatando tanto la personalidad y las andanzas del hombre que el 4 de abril de 1968 acabó en Memphis con un disparo con la vida de Martin Luther King, como su devenir de hombre insatisfecho a felizmente emparejado. De funcionario en Granada a escritor profesional, así como su apasionante relación con los muchos aspectos de esta actividad, la inspiración, el proceso creativo, la búsqueda de información y de referentes, la relación con otros autores…
Como la sombra que se va, Antonio Muñoz Molina, 2014, Seix Barral.
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