La prostitución masculina vista desde una doble vertiente, la visión de quien la practica como medio de ganarse la vida y las impresiones de quien acude a ella pagando por sus servicios. De uno y otro lado el trasfondo de la crisis económica y la, aún más importante, falta de valores de nuestra sociedad que esta desveló. Tras este propósito, una novela que al margen de lo poco habitual de su temática, no aporta mucho más por lo plano de su narrativa y sus personajes sin trasfondo.
Si no fuera por el marchamo de haber recibido el Premio Planeta en su edición de 2015, probablemente este título no sería conocido. Sin semejante carta de presentación –la del galardón mejor dotado de las letras españolas- estos Hombres desnudos hubieran pasado muy desapercibidos ya que resultan poco sugerentes. Podrían serlo por los dos elementos que Giménez Bartlett maneja correctamente. En primer lugar la estructura de lo que quiere contarnos y el devenir por donde quiere llevarlo en una correcta combinación de presentación de personajes y progresión y cruce de tramas. El segundo punto a señalar positivamente es que no recurre en ningún momento a los aspectos que podrían resultar más morbosos y aparentemente sugestivos de la profesión de sus protagonistas.
Su atención está correctamente fijada en los pasajes importantes de sus biografías. Un profesor de literatura sin mayores aspiraciones que la de tener alumnos a los que transmitir lo que se puede sentir leyendo La Celestina o a Dostoievski, y una mujer que un día se ve repentinamente abandonada por su marido y al frente de una empresa familiar. En ambos casos la crisis hace tambalear los cimientos de sus vidas, él se queda en paro por culpa de los recortes y ella ve como el legado de su padre y su vida emocional y social hacen aguas. Como enlace entre ambos un joven que, a pesar de sus muchos límites, ha sabido hacerse a sí mismo superando una infancia de abandono por parte de unos padres drogadictos
Pero más allá de esto, estos personajes resultan curiosos, pero no atractivos. Se les lee en modo pasatiempo, pero no se siente nada con ellos. Resultan planos, no trascienden el papel, no se convierten en compañeros de viaje o guías de un mundo o unas realidades que apetezca descubrir. La narración es siempre un primer plano subjetivo, un recurso con intención inteligente, como esas situaciones que se nos transmiten desde el punto de vista de todos los que están implicados en ella. Con potencial de ser interesantes, pero no lo logran.
Sus diferentes discursos resultan casi superficiales, describen mucho pero no enganchan, parece que lo que están relatando ni siquiera es importante para ellos. Les falta la pasión de quien de verdad siente lo que está viviendo, pero como no la tienen se quedan en el papel de espectadores casi ajenos de sí mismos. Y si ellos no le ponen ganas a sus propias vivencias, difícil es que consigan una especial atención de sus lectores.
Me parece muy pertinente la reflexión, pero creo que para el usuario medio, y más en el caso de las ONG, existe una dificultad significativa para organizar un entramado de estas características (que por lo demás, coincido contigo, es de lo más necesario, y sino fijáos en la que se ha montado estos últimos días con la posible desaparición de Delicious). Quizás estaría bien pensar y desarrollar un modelo concreto, con guía paso a paso incluida, que pudiera servir de referencia.