“Todo el tiempo del mundo”, todos los momentos de tu vida

Un texto que es presente, pasado y futuro, capaz de condensar todo aquello que nos ha dado carta de identidad. Las personas que nos engendraron, las que nos acompañaron a lo largo de los años y las que prorrogarán nuestro legado. Los acontecimientos que nos hicieron ser quienes somos, los que siguen provocándonos una sonrisa y los que nos ponen los ojos vidriosos. Las ilusiones de un futuro que está por venir, que ya sucedió o que estamos viviendo. Haciéndonos reír, llorar y suspirar, Pablo Messiez y sus actores logran emocionarnos  de una manera delicada y cercana, como si estuvieran estrechando su mano con la nuestra, como si nos abrazaran.

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Cuando se apagan las luces de la función y Todo el tiempo del mundo llega a su fin, el corazón se te encoge y sientes que se está acabando una ilusión que a diferencia de lo habitual, no te ha trasladado a una fantasía, a una irrealidad. A donde descubres que te ha llevado es a tu interior, a ese punto único de tu corazón donde confluyen todas las conexiones que te hacen ser quien eres. Un viaje de algo más de hora y media que se me asemeja a ese instante anterior a la muerte en el que dicen que pasan por delante de ti los grandes momentos de tu biografía. Pues de manera parecida, pero homenajeando la sensación y las ganas de sentirse vivo es esta obra, un espejo que te pone frente a frente con tu propia vida, con tus sueños, tus esperanzas y tus anhelos, pero también con tus miedos, tus incomprensiones y tus incapacidades.

Te hace mirar de manera amable y cercana a aquel que fuiste ayer, al que querías ser hoy y al que esperas llegar a ser reconocido algún día, no solo por los que hoy te rodean, sino por aquellos que quizás aún no conoces. Una explosión emocional, pero no a la manera de un tobogán o una caída libre, sino controlada y delicada. El texto y la dirección de Pablo Messiez son un compañero de viaje –que resultas ser tú mismo- que te lleva de la mano para que te relajes, dejes a un lado prejuicios, máscaras, corazas y demás quimeras y te entregues al viaje interior que lo que estás viendo y escuchando te invita a realizar y que gustosamente aceptas y llevas a cabo.

En el escenario se escenifica una zapatería, pero da igual el lugar. Podría ser este como un bar, una escuela o una consulta médica. Cada espectador lo hace suyo gracias a la magia de los textos dialogados y monologados que escucha –graciosos, emocionantes, reflexivos, inspiradores,…, ágiles, líricos, sosegados, procaces,…- y  a las entradas y salidas de escena tan bien manejadas de unos personajes cuyas interpretaciones destilan autenticidad y transmiten una humanidad que es más que teatral, es verdad.

La maternidad y la paternidad vista desde el punto de vista del nieto y del hijo convertido después en padre. El cariño transformado en amor devenido en algo que está por encima de la salud y la enfermedad, de la riqueza y la pobreza, del bien y del mal. La fuerza y las mil posibilidades de la juventud conviviendo con el sosiego y la aceptación del fin de la madurez. Todo eso es lo que Pablo Messiez expone sobre el escenario, de una manera tan sublime que hace que Todos el tiempo del mundo no se sienta como una función pensada y representada para un ente abstracto llamado público, sino de manera exclusiva y personalizada por cada uno de sus espectadores.

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Todo el tiempo del mundo, en Naves del Español (Madrid).

1 comentario en ““Todo el tiempo del mundo”, todos los momentos de tu vida

  1. Pingback: 10 funciones teatrales de 2016 | lucasfh1976

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