Sin pudor alguno, sin nada que esconder, sin miedo ni vergüenza, sin lágrimas ya y sin más dolor que sufrir y padecer. Un relato con el corazón crujido, la mente explotada y el estómago descompuesto por la digestión nunca acabada del vínculo del amor, del fin de una relación imposible y del recuerdo amable y esclavo que siempre quedará dentro. Una joya esculpida con palabras en ese milimétrico punto de equilibrio entre el vómito emocional y el soporte de la razón, sabiéndose preso de las emociones pero también incapaz de ir más allá del vértice del acantilado al que nos llevan.
Mirar atrás puede ser muy duro, pero aún más difícil debe ser hacerlo al frente cuando el pasado se coloca ahí diciéndote que o rindes cuentas con él o no te dejará pasar. Rafael Chirbes le dedicó casi veinte años a esa conversación parecida a un juicio final, que no permite réplicas ni segundas oportunidades, en la que verbalizar lo que nunca se dijo. Las dos últimas décadas de su vida a este título póstumo en que recupera la alegría que le llevó a una herida aún no cerrada y la amargura que le tiene secuestrado haciéndole ser quien él no quiere ser.
París-Austerlitz es un relato feliz en algún momento, pero también agrio y desolador, lleno de deseo y esperanza, pero también de la frustración y la imposibilidad de dejar atrás una entrega que acabó siendo una distancia imposible de salvar, que no solo no se olvida, sino que tampoco hay manera de separarse de ella.
El amor nos lleva a imaginar y a trasladarnos continuamente fuera y lejos de donde estamos. Cuando es correspondido, lo ilusionado se convierte en realidad, pero con el riesgo de que esta no evolucione y lo que ayer era novedad hoy es una losa, lo que en su día fue horizonte es ahora un abismo. Pero también es tramposo, juega a hacernos creer que el presente es ya el futuro y cuando este llega todo se torna, el bien en mal, la salud en enfermedad y la riqueza en pobreza. Porque aunque se acabe, seguimos siendo reos de él. Su ausencia, su conversión en frustración nos intimida, nos coarta y anula haciendo que la indiferencia, la indiferencia y el vacío nos dirijan y nos gobiernen. Da igual que haya pasado un día que un mes que un año que muchos, el lazo del vínculo sigue ahí, bien atado, bien prieto, casi impidiéndonos respirar.
Una irresolución en la que Chirbes pasa magníficamente en un continuo punto y seguido de las vivencias de entonces a las más recientes, de los pensamientos y las reflexiones a diálogos que ya no se sabe si son fieles a lo escuchado o fantasmas que le persiguen amenazadoramente y de los que ni huye ni acepta como esquizofrénicos compañeros de vida.
Esta novela es más que un testamento y una obra literariamente sublime, es también la manifestación de una cobardía inicial como de una valentía posterior que nos impulsa a los lugares y verdades que antes tan solo suponíamos. Somos incapaces de superar nuestros límites, no tenemos claro si huimos o somos incapaces de comprometernos, absurdo que nos lleva después a hacer un duro ejercicio para entender por qué sufrimos y por qué no fuimos capaces de gozar.
París-Austerlitz exige tiempo, calma y silencio para reposar. No es un texto sobre el que pasar de puntillas o que permita transitar sin más. Es imposible no colocarse en la piel de su autor y bajo ella trasladarse a la ciudad de la luz, esa de cielos casi siempre grises, y dejar que sus palabras se conviertan sobre tu piel en abrazos y besos, sexo y cariño, pasión y rechazo, fusión y distancia, un dos en uno y un uno lejos, muy lejos de todo, incluso de uno mismo.
Buenos días Lucas:
Esta vez, después de leer la reseña de este libro que seguramente leeré, siento que necesito escribirte! Me ha impactado profundamente «cómo», así me llega, logras trasmitir, como una pala de colores, «tonalidades»: sensaciones, sentimientos, pensamientos y reflexiones. Me emociona «cómo» te impregnas del relato, del conflicto, del dolor, del sufrimiento y del desgarro y… los «llevas» a tus profundidades anímicas y con valentía recorres el camino de «poner palabras» a «lo que», en este libro, retrata y significa Ser Humano! Me quedo, para mí como persona y profesional, con el párrafo que comienza con: «Somos incapaces de superar nuestros límites, no tenemos claro si huimos o somos incapaces de comprometernos…»
Creo que sigues en el «verdadero viaje» de conocerte/construirte «quién quieres Ser»! Te mando un fuerte abrazo, Rosa Enviado desde mi iPhone
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