Por separado podríamos considerar las interpretaciones del trío protagonista femenino como histriónicas, insulsa en el caso del hombre que las acompaña, y el libreto como una sucesión de gags de programa televisivo de variedades. Sin embargo, el buen trabajo actoral da la vuelta a la tortilla y lo que vemos sobre escena es a tres actrices solventes, un actor resultón y un texto que entretiene y que genera sonrisas de principio a fin.
De disparate en disparate, el absurdo se va haciendo más grande hasta que dejas de verlo como algo que sucede frente a ti y te introduces en él. Es entonces cuando aparcas a un lado el raciocinio, la lógica y el sentido común y comienzas a pensar tal y como lo hace el trío femenino de esta función. Les bastan unos primeros minutos de locuacidad y una interpretación que tiene tanto de verbal como de gesticular y corporal, de diálogos sin un segundo de silencio, de chistes fáciles, pero bien hilvanados y encajados, y con un ritmo sostenido. Así es como enganchan a sus espectadores estas tres locas de la vida, llegadas a la cuarentena que mirando atrás ven que, si bien han evolucionado, a su biografía les falta brillo.
Juan Carlos Rubio tira de lugares comunes y cuestiones generacionales para plantear su enredo en este texto que estrenó en 2009. La historia más reciente, la costumbre que nos rodea y la educación popular recibida nos dicen al unísono que nada mejor que tener un hijo para considerar que se tiene un proyecto de futuro, algo de lo que sentirse orgulloso con uno mismo y tener la sensación de que se contribuye a un mejor futuro del mundo. Pero al tiempo hay que ser moderno, atrevido e independiente. Así que ni cortas ni perezosas, las tres amigas (que llevan más de veinte años sin verse) se ponen manos a la obra al nuevo proyecto juntas y en sincronía, coordinadas a la búsqueda del hombre que las ayude a conseguir su objetivo, que les facilite los tres, al menos tres, espermatozoides que necesitan para llegar a ser madres.
Por parte del autor, objetivo conseguido, todo lo que vamos a escuchar nos suena, lo conocemos, lo hemos oído o pensado en algún momento. No tenemos nada que descifrar, solo nos queda disfrutar y dejarnos llevar. Y eso es lo que consigue, dirección mediante de Quino Falero. Cuando haces pop ya no hay stop, y con sus tres chicas como patrones del barco, el viaje va de la sonrisa a la risa, llegando incluso a la carcajada en algún momento.
Muy divertida Eva Higueras con un personaje que da sorpresas que nadie espera, resuelta Natalie Pinot con su simpático histrionismo azuzando el fuego argumental y Carmen Mayordomo poniéndole la nota ácidamente pragmática y resignadamente festiva a cuanto sucede. Entre ellas, José Sospedra cumple con su papel de hombre objeto, paseando aires de seductor galán y luciendo cuerpo, mirada y barba como en el cartel promocional para alegrías de unos y envidias de otros, o ambos sentimientos a la vez.
“Tres”, en Teatro Lara (Madrid).
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