Foxcatcher

Teniéndolo todo –guión, actores, dirección- se queda a un paso de conseguir ser una gran película.

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Al público americano le gustan las épicas basadas en hechos reales protagonizados por aquellos que en algún momento de sus vidas consiguieron el éxito bajo los colores de la bandera de barras y estrellas gracias al esfuerzo y la superación contando con el apoyo de aquellos que contaban con los medios necesarios para ayudarles. Da igual a que se dedicaran, el sentimiento de orgullo patrio está por encima de todo y toca ahí donde parece que se fundamenta la nación y la identidad estadounidense, en una emoción común más que en un largo pasado repleto de fechas y lugares que se remonte a siglos atrás a la manera europea.

Por eso no ha de sorprendernos que un gran estudio de Hollywood como Sony Pictures le dedique presupuesto a  contar cómo dos hermanos se prepararon para los Juegos Olímpicos de Seúl 88 tras resultar campeones en la disciplina de lucha libre en Los Angeles 84. Años de duro trabajo bajo el patrocinio de un sobrado millonario que esconde tras su dinero algo más que filantropía. Aquello que quedó tres décadas atrás se ha convertido ahora en historia cinematográfica de la mano de que quien ya realizara un muy buen biopic con “Capote”, Bennett Miller. A sus órdenes dos actores con una ya consolidada trayectoria, Channing Tatum y Mark Ruffalo, un cómico deseoso de mostrarse capaz en un registro dramático, Steve Carrell y el excelente extra que es Vanessa Redgrave.

Tenemos el director y los intérpretes, ahora faltan los diálogos y las acciones a través de las cuales ver cómo evoluciona esta historia que junta en una explosiva y tensa combinación a dos hermanos pobres unidos y a una familia rica en la que las personas se dan la espalda. Foxcatcher cuenta con un guión muy bien estructurado y muy bien presentado en pantalla, sumando al presente de sus personajes su pasado a medida que nos los hace conocer tanto de manera individual como en conjunto mediante el establecimiento y desarrollo de las relaciones entre ellos. Sin embargo, a media que avanzan los acontecimientos, y como resultado de un guión parco en palabras y una dirección que huye de los efectismos, nos quedamos en una secuencia lineal de brillantes registros interpretativos ante las situaciones mostradas. Aunque sentimos que se están construyendo personajes profundos y completos, no se muestran como tales en pantalla, se deja todo en matices tan pequeños y sutiles, que en muchos momentos se hace difícil no solo verlos, sino incluso percatarnos de su existencia.

Aun así, es innegable la potente presencia de sus intérpretes en pantalla. Steve Carrel se erige en un maestro de la sutileza dejando intuir tras su muralla gestual a un hombre en el que se une el poder y el deseo, la ansiedad y el anhelo de reconocimiento con el odio, la violencia, debilidad y el más profundo patetismo. Channing Tatum es un diamante en bruto, ha demostrado ya en muchas ocasiones ser un solvente intérprete de películas con flojos guiones en los que aun así es capaz de destacar y hacer que el espectador se quede con él. Cuestión de tiempo que llegue a sus manos un personaje sólido, serio y profundo que le permita un despliegue interpretativo para el que puede contar con su rotunda presencia física. De Mark Ruffalo poco hay que añadir en un año en el que junto a la merecida nominación al Oscar como secundario que le ha valido este título, están su protagonismo en la adaptación televisiva de “The normal heart” y esa cálida y encantadora comedia que fue “Begin again”.

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